La ola de calor no afecta a todos por igual: edad, género, ingresos y dónde vives definen quién la sufre más en México y el mundo.
Las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas, no impactan a todos por igual. En México, al menos 125 personas han muerto este año por calor y más de 2,300 han sufrido golpes de calor, deshidratación o quemaduras solares, según la Secretaría de Salud. Sin embargo, detrás de estas cifras hay profundas desigualdades sociales, económicas y geográficas que marcan la diferencia entre sobrevivir o ser víctima del clima extremo.
Los grupos más vulnerables son los niños pequeños, las personas mayores de 65 años, mujeres embarazadas y quienes padecen enfermedades crónicas. Por ejemplo, en España, el 80% de las más de 21,700 muertes relacionadas con el calor en los últimos años corresponden a personas mayores. En Chile, estudios recientes atribuyen cientos de muertes mensuales a olas de calor, principalmente en adultos mayores.
El acceso a recursos como aire acondicionado, agua potable y atención médica marca la diferencia. Las personas con menos ingresos no pueden costear refugios frescos ni tratamientos médicos, lo que incrementa su vulnerabilidad y perpetúa el ciclo de pobreza. En zonas rurales, las mujeres jefas de hogar pierden hasta 8% más de sus ingresos por el estrés térmico que los hombres, y los hogares más pobres sufren pérdidas económicas mayores.
Jornaleros, vendedores ambulantes, agricultores y recolectores de residuos, que deben trabajar bajo el sol, enfrentan riesgos diarios de golpes de calor y deshidratación. La exposición prolongada puede derivar en enfermedades graves y, en casos extremos, la muerte.
Las olas de calor agravan la desigualdad de género. Las mujeres, especialmente en zonas rurales y de bajos ingresos, asumen más trabajo no remunerado y pierden más ingresos durante olas de calor. Además, tienen mayor probabilidad de perder su empleo y enfrentar problemas de salud relacionados con el calor.
Las ciudades sufren el fenómeno de “isla de calor urbano”, donde el asfalto y los edificios intensifican las temperaturas. Sin suficientes áreas verdes, quienes viven en zonas urbanas densas están más expuestos a olas de calor severas. Sin embargo, en el campo, la falta de infraestructura y servicios básicos también aumenta la vulnerabilidad, especialmente para los trabajadores agrícolas y sus familias.
Las olas de calor son una amenaza creciente y desigual. Las muertes y enfermedades relacionadas con el calor seguirán aumentando si no se abordan las desigualdades estructurales: acceso a salud, vivienda digna, empleo seguro y espacios verdes. Las historias detrás de los números muestran que la temperatura no es el único factor; la desigualdad social es, en realidad, el mayor termómetro de la crisis climática.