Los estudiantes son blanco frecuente de fraudes en línea y robo de datos. Un buen escudo digital comienza con hábitos simples de seguridad que protegen la identidad, la información académica y la vida digital.
En la era de las aulas virtuales y las plataformas de mensajería, los estudiantes están más conectados que nunca. Sin embargo, esa misma conexión los expone a riesgos crecientes: desde el robo de contraseñas hasta estafas en línea que buscan aprovecharse de la inexperiencia digital. Construir un “escudo digital” se ha convertido en una necesidad tan básica como llevar cuadernos o apuntes.
Usar la misma contraseña en todas las plataformas es como dejar la puerta abierta en varias casas con la misma llave. Se recomienda crear contraseñas largas, con combinaciones de letras, números y símbolos, y apoyarse en gestores de contraseñas para no olvidarlas.
Activar la verificación en dos pasos es una de las formas más efectivas de proteger cuentas. Aunque parezca tediosa, añade una barrera adicional contra intrusos, ya que exige un código extra enviado al celular o a una app de seguridad.
El phishing es uno de los ataques más comunes: llega disfrazado de correo institucional o de apps conocidas. Antes de dar clic, conviene revisar el remitente y evitar descargar archivos de fuentes dudosas.
Las redes abiertas de cafeterías o universidades son tentadoras, pero también un terreno fértil para los ciberdelincuentes. La recomendación es usarlas solo con una VPN, que encripta la conexión, o evitarlas al ingresar a cuentas sensibles como banca en línea.
Los sistemas operativos y aplicaciones no se actualizan solo para añadir funciones, sino también para cerrar puertas a amenazas. Postergar una actualización equivale a dejar una ventana abierta a los atacantes.
Archivos escolares, ensayos y proyectos pueden perderse en segundos por un ataque de ransomware o un error del dispositivo. Guardar copias en la nube o en discos externos es un hábito sencillo que puede salvar meses de trabajo.
La ciberseguridad no es un tema exclusivo de especialistas ni de grandes corporaciones: empieza con la educación digital en las aulas. Los estudiantes que adoptan hábitos preventivos no solo protegen sus datos, también aprenden a desenvolverse con responsabilidad en un mundo hiperconectado. Un escudo digital, en este caso, no es un lujo: es una herramienta de supervivencia académica y personal.