Madera, marfil, hierro e, incluso, plantas sirvieron también como símbolo de amor eterno.
Madera, marfil, hierro e, incluso, plantas sirvieron también como símbolo de amor eterno.
El objeto más simbólico para sellar el amor entre dos personas es el anillo. De hecho, desde el Antiguo Egipto se ha usado como prueba de compromiso. En aquella época, las mujeres acostumbraban a portar un pequeño anillo en el dedo corazón de su mano izquierda porque se creía que ese dedo estaba intrínsecamente conectado con el corazón y garantizaba así que jamás se apagase la llama del amor entre la pareja.
Más tarde, durante el Imperio Romano, las mujeres recibían anillos de hierro que simbolizaban la eternidad del amor, pero también incluían una suerte de llave que abría el cofre de los tesoros de la familia.
Después, en plena Edad Media, a Maximiliano de Austria se le ocurrió solicitarle a su joyero particular un anillo de compromiso en el que se insertase una serie de diamantes en forma de eme para sorprender a María de Borgoña, quien contaba con una larga lista de pretendientes. Por supuesto, Maximiliano obtuvo el ¡Sí quiero!, pero también provocó que toda la nobleza de la época no concibiera una pedida sin un anillo con diamantes. Una tradición que ha perdurado hasta nuestros días.
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