En esta era digital, no solo nosotros disfrutamos de tecnología punta: nuestros perros también. Desde collares inteligentes hasta comederos automáticos y cámaras interactivas, estos gadgets transforman el cuidado, la seguridad y la conexión con nuestra mascota.
En esta era digital, no solo nosotros disfrutamos de tecnología punta: nuestros perros también. Desde collares inteligentes hasta comederos automáticos y cámaras interactivas, estos gadgets transforman el cuidado, la seguridad y la conexión con nuestra mascota.
Los collares inteligentes (smart collars) ahora hacen más que sostener una correa: ofrecen seguimiento GPS, detección de ritmo cardíaco, monitoreo de sueño y zonas virtuales de seguridad. Un ejemplo destacado es Tractive, que combina localización en tiempo real con métricas de actividad.
Para quienes pasan muchas horas fuera o simplemente buscan regular la alimentación, los comederos automáticos programables ajustan porciones y horarios con app móvil. Algunos modelos incorporan sensores, cámaras y micrófonos para asegurar que el lomito come justo lo que le toca.
Las cámaras para mascotas permiten monitorear al perro en tiempo real, hablarle o hasta lanzar premios. Una firma conocida en esto es Tomofun con su cámara Furbo, que permite interacción remota con tu lomito.
Los juguetes tecnológicos mantienen activa la mente del perro: robots que se mueven solos, juguetes con luz o láser, e incluso dispositivos que se desplazan por la casa interactuando con él. Un ejemplo editorial es el robot Enabot Ebo Pro, que explora, proyecta láseres y transmite video.
Algunos dispositivos permiten que el perro “hable” pulsando botones programables, expresando necesidades o deseos. También existen gadgets como BowLingual, que analizan ladridos para “traducir” emociones (aunque con precaución, pues su utilidad real es limitada).
La tecnología no viene a reemplazar el cariño, la atención o la presencia humana, pero sí ofrece herramientas valiosas para mejorar la salud, la seguridad y la calidad de vida de nuestros lomitos. Elegir bien —buscando confiabilidad, respaldo veterinario y ética en el diseño— marca la diferencia.